Los pueblos de colonización del Valle del Alagón fueron el resultado de un ambicioso programa impulsado por el Instituto Nacional de Colonización (INC), creado en 1939 y especialmente activo en Extremadura a partir de los años cincuenta. El objetivo era transformar amplias zonas de secano en regadío y permitir así nuevos asentamientos agrícolas planificados, que ofrecieran vivienda, infraestructuras y parcelas de cultivo a las familias campesinas.

En este contexto nacieron Valdencín (1968) y El Batán (1972), diseñados como núcleos de nueva planta. La arquitectura que los caracteriza responde a los cánones del racionalismo de posguerra, donde la funcionalidad primaba sobre la ornamentación. Trazados geométricos, calles anchas, plazas centrales con iglesia y edificios administrativos, así como viviendas unifamiliares de tipología repetitiva, fueron rasgos comunes en todos estos proyectos. En muchos casos, los arquitectos vinculados al INC, como José Borobio Ojeda, Alejandro de la Sota o José Luis Fernández del Amo, dejaron un legado singular que hoy es objeto de estudio dentro de la arquitectura contemporánea española.

Historia Pueblos de Luz

El impacto social de estos pueblos fue profundo: familias procedentes de distintas comarcas se asentaron en ellos, lo que transformó la vida económica y cultural de la zona. Estos núcleos se convirtieron en símbolos de modernidad y de un nuevo modelo de vida agraria, razón por la que en la memoria colectiva han sido denominados ‘pueblos de luz’, evocando tanto la electrificación temprana que los distinguió como la esperanza que representaron para sus habitantes.

Hoy, tanto Valdencín como El Batán conservan este legado. Son ejemplos vivos de cómo la arquitectura y la planificación social del siglo XX marcaron la identidad del Valle del Alagón, convirtiéndose en patrimonio histórico y cultural de gran valor.